Mundo ficciónIniciar sesiónAl día siguiente por la mañana, Lía decidió salir un rato al jardín para tomar el sol, aún se sentía débil, pero necesitaba tomar aire fresco, no le gustaba el encierro.
La propiedad era enorme, desde la terraza se podía ver un hermoso lago a lo lejos, y más cerca, los rosales que Henrik cuidaba personalmente, caminó hasta un lugar apartado para poder relajarse, se recostó en el pasto y cerró los ojos.
Pensó en su madre, si aún estuviera viva, ella no estaría en ese lugar, estaba segura de eso, tenía muy pocos recuerdos de ella, cuando murió aún era pequeña, poco después su padre llevó a Clara y a Vera a vivir con ellos.
Vera era solo dos años menor que ella, lo que indicaba claramente que su padre engañaba a su madre desde hacía tiempo, desde el momento de su llegada, las cosas cambiaron para ellas.
La sacaron de su habitación para dársela a Vera, a ella la llevaron a una habitación más pequeña, su padre hacía todo lo que Clara le pedía, lo mismo sucedía cuando pedía algo Vera.
Si sus zapatos o vestidos le gustaban, la obligaban a dárselos, al igual que sus juguetes, Vera era terriblemente egoísta, y deseaba todo lo que era de ella, por supuesto que Clara accedía a todos sus caprichos, y su padre pensaba que a Lía no le importaba porque su hermana era más pequeña.
Suspiró profundamente, le dolían los recuerdos, pasó de ser la niña consentida, a estar en último lugar para todos, abrió los ojos y miró hacia el cielo, de pronto escuchó que alguien hablaba.
—No puedes seguir viviendo como si todo te diera igual —era la voz de Henrik.
Lía se levantó y se escondió detrás de un arbusto, no quería que pensaran que los estaba espiando.
—No empieces otra vez, abuelo, no necesito tus consejos, ya estoy bastante grande —respondió Mikkel, se escuchaba molesto.
—No son consejos, Mikkel, te estoy advirtiendo, no puedes dejar que el pasado te consuma de esta manera.
—El pasado fue precisamente lo que me enseñó a no confiar en nadie —respondió con amargura.
—Deja de repetir eso —replicó Henrik —entiende de una buena vez, no todas las mujeres son iguales, ¿Piensas vivir atrapado en tus recuerdos? Debes darte una oportunidad de amar y ser amado.
Mikkel se rió sarcásticamente.
—¿Acaso quiere que intente algo con esa vendida? —dijo con burla, Lía sintió un nudo en la garganta, sabía que se refería a ella.
Henrik negó con la cabeza, le dolía la actitud de su nieto, sentía que era la última oportunidad para que no se perdiera en el odio por completo.
—Esa muchacha no es como tu crees —la voz de Henrik sonaba cansada.
—Es como todas —para Mikkel todas eran iguales.
—¡Es tu esposa! Y aunque no lo creas, ella no pidió estar aquí.
—Tal vez no, pero lo está, se largará en cuanto se cumpla el año.
Lía no quisó escuchar más, tampoco quería que la descubrieran, no quería discutir con ese hombre, así que con sumo cuidado empezó a caminar para retirarse.
Mientras se alejaba no pudo evitar pensar, ¿Quién le hizo tanto daño a Mikkel como para odiar así a las mujeres?
Sumida en sus pensamientos caminó hasta el otro extremo del jardín, la propiedad parecía interminable, más adelante, entre los árboles, logró ver una vieja bodega, al acercarse vió que la puerta se encontraba entreabierta,
Entró por curiosidad, ¿Qué guardaba aquel lugar? ¿Algún secreto de los Skarsson? Se preguntó con curiosidad.
El lugar estaba llenó de cajas y muebles, había herramientas oxidadas, al fondo, algo llamó su atención, vió unas llantas ocultas bajo una sábana, se acercó y tiró de la sábana, ante ella apareció una vieja motocicleta, era una Nimbus Type C, una clásica danesa de los años treinta.
Sorprendida la observó con detenimiento, la pintura azul grisácea estaba muy desgastada, tenía piezas oxidadas, pero aún conservaba su aire elegante, Lía deslizó su mano por el depósito de gasolina, lentamente, como acariciándola.
—¿Quién te abandonó aquí bonita? —susurró.
Por un momento la imaginó rugiendo en sus años de gloria, sabía que con paciencia y algunas piezas nuevas, podría devolverle la vida.
Empezó a imaginar lo que haría, tendría que cambiar los neumáticos, ajustar las válvulas, limpiar el motor, no sería difícil, pero sí llevaría tiempo repararla.
De pronto una voz detrás de ella la sobresaltó.
—¡Señora! —exclamó el ama de llaves aterrada.
Lía se giró y vió que la mujer estaba pálida.
—¿Qué sucede? Solo la estaba viendo —preguntó sin entender qué pasaba.
—No, señora, ha cometido un error muy grave, el señor nos tiene prohibido entrar aquí, y esa moto, es la causa, no debemos mirarla, mucho menos tocarla —dijo la mujer, demostrando su miedo —esa motocicleta es el tesoro más grande del señor Skarsson, era de su padre.
—¿De su padre? —preguntó Lía, sorprendida.
—Sí, nadie puede acercarse, como le digo, el señor no permite que nadie entre aquí.
Lía volteó a ver de nuevo la moto.
—Entonces debería de tenerla en una vitrina, no abandonada en este lugar, deteriorándose.
—Por favor, señora, no diga eso, si el señor se entera, podría castigarnos.
—Solo la estoy mirando —repitió Lía, levantando las manos.
—No importa, si sabe que estuvimos aquí, me despedirá sin dudarlo.
La mujer se apresuró a cubrir otra vez la Nimbus con la sábana, Lía la ayudó en silencio.
—¡Listo! Ya está como estaba —dijo.
—Por favor, salgamos de aquí cuanto antes —suplicó la mujer —si el señor descubre esto, no quiero ni imaginarlo.
Lía suspiró y la siguió fuera, no quería causarle problemas, se preguntó si alguna vez Mikkel Skarsson había pensado en hacer una visita al psicólogo, lo necesitaba urgente.
Se dirigieron hacia el comedor, el ama de llaves había salido a buscarla para el desayuno.
En el comedor, Henrik hojeaba el periódico, aunque miraba de reojo a su nieto.
—Buenos días —dijo Lía, al entrar.
El abuelo volteó a verla y sonrió con amabilidad.
—Buenos días, hija, ¿Cómo amaneciste?
—Bien, gracias.
Mikkel no dijo nada, ignorándola.
Lía se sentó frente a ellos, el ama de llaves entró en ese momento con la comida, se notaba nerviosa y evitaba mirar a Mikkel.
Lía no dijo nada, sabía que la pobre mujer estaba aterrada de que sospechara que había entrado en la bodega.
Mientras tanto, en otra parte de la casa, Sigrid, la madre de Mikkel, permanecía encerrada en su habitación, desde que había dado a Lía el fármaco, evitaba a su hijo a toda costa.
Fingía estar enferma, sin recibir a nadie, era una mujer fría y manipuladora, pensaba en culpar a Vivian si su hijo la confrontaba, se sentía satisfecha con lo que había hecho. ver como Lía había perdido el control frente a todos, verla humillada había sido satisfactorio.
Desde la muerte de su esposo, su único apoyo era Mikkel, así que solo permitiría junto a él, una mujer que fuera manipulable y elegante, y Lía Andersen claramente no era ninguna de esas dos cosas.
Reconocía que era muy bella, pero le parecía vulgar porque no provenía de un apellido importante, era el tipo de esposa que arruinaría la reputación de cualquier hombre del nivel de Mikkel.
Jamás permitiría que su hijo se enamorara de ella, si eso ocurría, perdería el poco control que aún tenía sobre él.
Ese matrimonio era culpa de Henrik, “viejo entrometido.” Pensó.
Se había opuesto a que su hijo se casara con esa mujer, deseaba ser ella quien eligiera a la mujer de su hijo, pero el viejo puso clara sus reglas, después de todo él era el dueño de la fortuna.
En realidad Henrik era padre de su difunto esposo, aunque ella le llamaba padre, antes era su aliado, podía manejarlo, pero con los años aprendió a desconfiar de ella, y eso era peligroso, tenía que pensar en una manera de deshacerse de él, cuanto antes.







