Lía sentía que los días en la mansión de los Skarsson, pasaban muy lentos, su vida se había vuelto rutinaria, no había mucho que hacer, se levantaba temprano para bajar a desayunar.
Mikkel casi no le dirigía la palabra, cuando coincidían le lanzaba una mirada indiferente, Henrik en cambio, trataba de hacerla sentir cómoda, aunque a veces parecía sentirse culpable frente a su nieto.
Aquella mañana, Lía se levantó más temprano que de costumbre, se sirvió una taza de café y salió a la terraza, el día estaba nublado y hacía frío.
Cuando bajó al comedor, Henrik ya se encontraba ahí.
—Buenos días, hija —saludó en tono amable.
—Buenos días —respondió Lía, con una sonrisa.
—¿Pudiste dormir?
—Un poco.
Henrik asintió, había notado que Lía usaba el mismo suéter desde hacía un par de días.
—No estás comiendo bien, estás adelgazando —dijo, sinceramente preocupado.
—No me da hambre últimamente.
—¿Mikkel te ha molestado? —Ya vería ese testarudo, lo pondría en su lugar si era el culpable de que ella