El fantasma de Diego

Mikkel sabía que Lía lo estaba besando porque estaba demasiado tomada, pero no podía evitar disfrutar del beso. Sus labios estaban calientes y su sabor a vino se mezclaba con su propio sabor.

Por un momento, todo su cuerpo respondió. Sus manos se apretaron contra su espalda, acercándola más. Lía llevó sus manos hacia la camisa de Mikkel, desabrochando los primeros botones, él se dejó llevar.

Pero de pronto, ella se apartó, jadeante, sus ojos entrecerrados trataban de enfocar su rostro. Mikkel contuvo la respiración.

—Diego… —susurró Lía, con un hilo de voz.

Para Mikkel, aquello fue como si le echaran un cubo de agua helada encima. Todo el calor y el deseo se congelaron al instante. Se apartó de ella bruscamente.

—¿Qué? —preguntó él.

Pero Lía ya no lo escuchaba, su cabeza cayó sobre la almohada, de pronto murmuró de nuevo, casi en un susurro.

—Diego… no te vayas…

Mikkel se quedó parado, mirándola, sentía una profunda rabia, ese nombre para él era un insulto, no era un sustituto, agarr
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