Capítulo 4
Al oír cómo León lo llamaba, la expresión de Leandro se suavizó ligeramente y los murmullos a su alrededor disminuyeron.

León miró el gran pastel cercano y dijo:

—Patrón, ¿esta fiesta de cumpleaños es para mí? ¿Podemos cortar el pastel juntos?

León había estado esperando esta fiesta de cumpleaños durante mucho tiempo. Mientras pudiera estar con Leandro, incluso si no podía llamarlo padre, no habría problema.

Pero entonces, una mujer vestida con un traje rojo y maquillaje llamativo se acercó a Leandro, rodeó su brazo y dijo:

—No. Cariño, el banquete de compromiso de hoy es privado. Parece que los extraños no pueden asistir.

No hizo caso a León, sino que habló directamente a Leandro.

Entendí que todo lo de hoy había sido planeado por Daniela. Fue ella quien envió el mensaje para atraernos aquí, no solo para humillarnos públicamente, sino también para obligar a Leandro a admitir ante todos que éramos extraños.

No solo Daniela miró a Leandro, sino que yo también me adelanté para ponerme frente a León. Con la voz grave, interrogué a Leandro:

—¿Es así? ¿León y yo somos "extraños"?

La discusión atrajo a más espectadores. Hasta la matriarca de la Familia de Toro y el actual jefe de la Familia de Fuentes se acercaron.

Leandro palideció. Tras oír la tos seca de la matriarca detrás de él, bajó la cabeza y declaró:

—Sí. Ellos no pertenecen aquí.

Daniela alzó la barbilla hacia mí, sonriendo con victoria.

A su alrededor, la gente comenzó a murmurar:

—¡Qué descaro interrumpir la fiesta!

—Es Sofía Mendoza. Seguro quiere seducir a Leandro otra vez.

León, paralizado por el miedo, temblaba bajo el peso de las burlas.

Mi ira estalló. Avancé hacia la torre de champán, tomé una copa del nivel más bajo.

La torre se derrumbó tras mí. Vidrios rotos y champán dorado salpicaron el vestido de Daniela, dejándola empapada como un pollo mojado.

Levanté mi copa hacia Leandro:

—Ya que es un día feliz. ¡Os deseo cien años de felicidad!

Bebí de un trago, dejé caer la copa al suelo y, tomando la mano de León, me marché sin mirar atrás.

León dejó de temblar. Sus ojos brillaban mientras me miraba, como si estuviera viendo a una heroína:

—¡Mamá es increíble!

Sonriendo, alcé a León en brazos y dije en un volumen que Leandro pudiera escuchar:

—A partir de ahora, León será solo mi hijo. No tiene padre.

Antes de que pudiera terminar, dos mercenarios bloquearon nuestro camino.

El prestigio de la Familia de Toro no puede ser pisoteado, especialmente cuando había interrumpido el banquete de compromiso de las poderosas familias de Toro y de Fuentes.

—¡Sofía! ¿Estos son los modales de la Familia de Mendoza? ¡Exijo una disculpa! —La voz aguda de Daniela resonó en el salón.

Protegí a León detrás de mí y miré directamente a los ojos de Daniela, sin mostrar el más mínimo retroceso.

No sabía nada de sus supuestos 'modales'. Solo sabía una cosa que nunca nos inclinamos ante nadie.

—Si no te disculpas, juro que no saldrás viva de este lugar —amenazó Daniela.

Alcé la vista hacia Leandro, que estaba a lo lejos. Su rostro mostraba conflicto, pero no hizo nada para intervenir.

Me reí con amargura de mí misma, recordando:

Al Leandro de hace siete años, que bailó conmigo con las mejillas sonrojadas en aquel baile.

Al Leandro de hace cinco años, que compró el zafiro azul en subasta para proponerme matrimonio.

Al Leandro de hace tres años, que juró convertirse en Patrón para hacerme su única esposa.

En mi memoria, el rostro de aquel joven se desvanecía poco a poco.

Todos esos años, nuestra familia había sido la más poderosa de la Costa Este. Solo por mantener un perfil bajo, y porque yo era la prometida de Leandro, mi padre se había contenido de absorber por completo a esas familias de la Costa Oeste.

Al ver a Daniela intentando amenazarme con su familia, una sonrisa irónica se dibujó en mis labios.

—¿De verdad crees que tu familia decadente que te vendió a dos generaciones de jefe de la Familia de Toro para sobrevivir- declararía la guerra a la Familia de Mendoza por ti?

Dije estas palabras con indiferencia, exponiendo la situación actual de Daniela, mientras observaba cómo su rostro se distorsionaba de ira.

—¡Qué insolencia! ¿Cómo te atrevés a difamar a nuestra familia? ¡Vengan, échenla de aquí!

Varios mercenarios se acercaron hacia nosotros, pero de repente León corrió y se puso frente a mí, dirigiéndose a Leandro:

—Papá... no, Patrón, por favor no dejes que lastimen a mi madre.

—¡Todos, deténganse!

Leandro dio la orden y miró a León con sorpresa. El niño parecía haber madurado de golpe. Cuando Leandro intentó decir algo más, León dio un paso atrás y, con distanciamiento, inclinó la cabeza hacia él:

—Aquí no somos bienvenidos. Mi madre y yo nos iremos ahora. Gracias por la hospitalidad.

Dicho esto, León tomó mi mano y nos giramos para irnos. Apreté fuerte su manita en respuesta, como si estuviera sosteniendo todo mi mundo.

El último día, Leandro aún no regresó a casa. Solo me envió un mensaje: "No te enojes. Volveré en unos días para estar con vosotros."

Yo sabía que estaba ocupado casándose para su posición como jefe.

Empaqué todas nuestras pertenencias. Amontoné en el jardín todo lo que pertenecía a mi hijo y a mí, y le prendí fuego.

Tomé la mano de León y nos marchamos, abordando un avión al extranjero.

Antes de apagar mi teléfono, envié un último mensaje a Leandro.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP