139. El precio de los suspiros.
El sobre me espera sobre la mesa como una herida abierta, blanco en su primera impresión pero cargado de un peso que vibra antes de que siquiera lo roce; su superficie es tersa, apenas manchada por un sello roto, y lo tomo entre mis dedos como quien palpa una fruta envenenada, sabiendo que el jugo será dulce y ácido a la vez. Lo abro con lentitud, dejando que el crujido del papel me acaricie, y al desplegarlo la caligrafía se extiende frente a mis ojos como un río de veneno y deseo: alguien ha descrito mis noches, mis jadeos, mis movimientos más íntimos con una precisión que me hace estremecer, y mientras leo siento que el aire me abrasa por dentro, porque cada palabra revive lo que creía enterrado bajo el secreto de mis propios labios.
"Tus gemidos se confunden con el silencio, tus uñas dejan marcas en la piel que arden como brasas, y cuando entregas tu boca no hay más reino que el de tu lengua dominando el mundo", leo en voz baja, apenas un murmullo que se clava en mis propios oídos