Cap. 89 No te preocupes
La estrategia de Augusto fue tan simple como efectiva: apelar a la lógica, presentarse como un hombre confundido, buscando claridad en medio del "malentendido" que Isabella tenía.
Funcionó como una llave maestra en la vanidad de Celeste. Ella, astuta en la manipulación, pero carente de la inteligencia para ver más allá de su propio guion, mordió el anzuelo.
—Augusto, eso es de lo que quiero hablar —dijo Celeste, aprovechando la apertura, y dejó que los sollozos, esta vez más convulsivos, sacudieran sus hombros.
—Alba ha metido cosas en la cabeza de Isabella. Ella cree que somos amantes. —Hizo una pausa dramática, alzando una mano hacia su mejilla como si aún sintiera el golpe.
—Realmente... ella me golpeó el otro día.
Augusto la escuchó, y mientras su mente registraba cada mentira, una parte absurda de sí mismo se preguntó si a Isabella le había dolido su propia mano, tan esbelta y fuerte, al propinar ese golpe.
Era un pensamiento extraño, un destello de la preocupación que aún sent