Lucas sonreía con ternura mientras miraba los labios rojos de Mariana. Al cabo de unos segundos, no pudo resistirse: le levantó la barbilla y la besó.

El beso fue subiendo de tono, cada vez más intenso.

Poco después subieron al auto, y al rato, el vehículo empezó a moverse con ritmo constante.

Clara, escondida detrás de una columna, se quedó completamente pálida.

Se tapó la boca con fuerza para no soltar ningún sonido.

Las lágrimas le caían, una tras otra, sin hacer ruido.

Mariana estaba embarazada.

Y Lucas —el mismo que le juraba amor eterno— ahora prometía repetir cada uno de sus recuerdos más íntimos... pero con otra mujer.

Clara quiso salir corriendo, gritarle en la cara, exigirle una explicación.

Pero no lo hizo. Solo se dio la vuelta y se fue.

Caminaba sin notar el entorno, con la mirada perdida. No regresó al hospital. Vagó por la ciudad sin rumbo.

Y cuando se dio cuenta, estaba frente al edificio principal de la empresa de Lucas.

En la pantalla gigante del rascacielos pasaban una grabación de hace dos años: su boda.

La boda que todas de la ciudad envidiaron.

Un castillo de ensueño, niños repartiendo flores, y Lucas llorando al verla entrar.

Todo parecía tan reciente como si hubiera sido ayer.

Clara miró la pantalla... y volvió a llorar.

Entonces recibió un mensaje de Lucas:

"Clara, surgió una reunión de último minuto en la oficina. Esta noche no volveré. Mañana hablamos tranquilos, ¿sí?"

Clara soltó una sonrisa amarga.

¿Mañana? Pero a ella ya no le quedaban muchos mañanas.

Incluso antes de enterarse de la infidelidad, ya recibía mensajes así. Quizás muchas de esas noches, él ya estaba con Mariana.

Tecleó sin expresión: "¿La reunión es con Mariana?"

En la pantalla del celular apareció: Escribiendo…

Pero el mensaje tardaba en llegar.

Al final, Lucas respondió:

"No pienses cosas. Si no me crees, pregúntale a mi asistente."

Clara no respondió.

Unos minutos después, Mariana le escribió:

"Clara, seguro ya te enteraste de lo del estacionamiento. Mira, tarde o temprano voy a ocupar tu lugar. Lucas ahora está full conmigo. Soy más joven, y sé cómo hacerlo feliz. Si no quieres acabar como una mujer abandonada, mejor pide tú el divorcio."

El mensaje venía acompañado de varias fotos:

Unas medias rotas. Un condón usado.

Clara tembló al ver la pantalla.

Sí, había vuelto solo para divorciarse. Pero eso no significaba que tuviera que tragarse semejante humillación.

Un trueno sacudió el cielo. La lluvia empezó a caer con fuerza. El agua le corría por el rostro, mezclándose con las lágrimas.

Entonces le escribió a Lucas: "Lucas, divorciémonos."

Cuando volvió a casa, ya era de noche.

Se dejó caer en el sofá. Sentía el cuerpo ardiendo, como si algo por dentro la quemara.

Soltó una risa amarga.

Estaba muerta, era solo un alma... y aun así, se sentía sucia por dentro.

Se quedó callada un buen rato.

Luego, con el cuerpo aún pesado, se subió a una silla y bajó el cuadro de su boda.

Pasó los dedos por el cristal, con una mezcla de rabia y nostalgia.

Y sin pensarlo demasiado, lo cortó con unas tijeras.

Fue por todos los álbumes, uno por uno. Todos los marcos.

Destrozó cada foto donde aparecía con Lucas.

Después, vino lo demás. Los regalos más caros los puso en venta por internet, sin remordimientos.

Los hechos a mano... los rompió y los tiró directo a la basura.

Finalmente, llegó al cuarto de exhibición de la casa.

Ahí estaba, en una vitrina, su vestido de novia. El mismo que usó aquel día.

Lo miró por última vez.

Y con las tijeras en mano, lo hizo trizas.

Luego tomó el anillo de compromiso. Ese con el diamante rosa enorme, el que Lucas había mandado a diseñar solo para ella.

Lo sostuvo un momento entre los dedos.

Y sin más, lo lanzó al inodoro.

Ella y Lucas se amaron de verdad.

Y sí, los recuerdos fueron hermosos. Pero no iba a dejar que alguien los pisoteara. Así que los destruyó con sus propias manos.

Cuando terminó, se dejó caer en el suelo, agotada.

Y justo en ese momento... Lucas entró corriendo.