Diecisiete puñaladas...
Dos meses de embarazo...
Lucas abrió los ojos de par en par.
Al principio solo parecía confundido, pero poco a poco su rostro comenzó a desfigurarse; cada palabra del forense le retorcía el alma por dentro.
—Me apuñalaron diecisiete veces... Me dolía tanto... tanto...
—¡Lucas! ¿Por qué no me creíste?
Una a una, las escenas de los últimos días le estallaron en la cabeza como una avalancha sin control.
Cada frase que Clara le dijo —y que él en su momento tomó por locura— ahora eran fragmentos de vidrio clavándose en su conciencia.
Y entonces, algo dentro de él se quebró para siempre.
Retrocedió, trastabilló, se golpeó contra una estantería y cayó de rodillas, pesadamente.
Se cubrió el rostro con ambas manos, balbuceando, fuera de sí:
—Clara... ¿Cómo puede ser? ¿Entonces... todo lo que dijiste era verdad? ¿Y yo...?
No pudo continuar.
Un grito desgarrador le salió del pecho como un animal herido. De pronto, se dio una bofetada brutal.
—¡Perdóname, Clara! ¡Fui yo! ¡Y