Después de que mi vida en ocasiones se volvia una rutina tenía que tener un poco de normalidad.
---La invitación había llegado semanas antes, un evento de caridad organizado por una de las familias más influyentes de la ciudad. Dudé en asistir, pero Javier insistió. “No puedes seguir encerrada, Isa, tienes que dejarte ver”. Sus palabras fueron una mezcla de consejo y orden, y al final cedí. Quizá me haría bien aparentar normalidad, aunque por dentro estuviera rota.Me vestí con un vestido largo color marfil, sencillo pero elegante, y dejé que Rosa me peinara en un recogido bajo. Frente al espejo, apenas reconocí a la mujer que me miraba. Tenía la postura erguida, los labios pintados de rojo discreto, pero en sus ojos todavía habitaba la tormenta. “Al menos aparenta”, me dije.El salón estaba lleno de luces cálidas y conversaciones sofisticadas. Risas que sonaban demasiado altas, copas de vino que brillaban en manos cuidadas, miradas que evaluaban y juzgaban. Caminé