Capítulo 42

Salí del hospital con una sensación punzante en el pecho. No era alivio ni claridad; era algo mucho más oscuro: una contradicción que no me dejaba respirar. La recepcionista, con toda seguridad, me había dicho que Sarah solo estaba registrada en consultas simples, sin ningún ingreso hospitalario. Y sin embargo, un par de minutos después, un doctor apareció, con voz grave y gesto paternal, asegurando que ella había sufrido un accidente, que había estado internada por semanas y que hasta había recibido la visita de Matías. ¿Cómo era posible que en el mismo hospital se manejaran dos verdades tan opuestas?

El taxi que tomé afuera me condujo a mi hotel entre calles húmedas y edificios grises. Londres tenía ese aire solemne, casi melancólico, que contrastaba con la tormenta que yo llevaba dentro. Observaba a la gente caminar bajo paraguas oscuros, con pasos rápidos y miradas serias, y pensaba en lo absurdo de mi situación: yo, una mexicana, en medio de esa ciudad imponente
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