Al día siguiente al despertar, me detuve frente al espejo más tiempo de lo normal. Me observaba como si buscara reconocerme en una versión que ya no existe. Cambiaba de vestido, me recogía el cabello, lo soltaba, probaba diferentes pendientes… nada me convencía. Al final elegí el marfil. Un color que alguna vez habría usado con ilusión para sentirme elegante, hoy convertido en un disfraz para aparentar seguridad.
No quiero que Sarah me vea frágil. No quiero que Matías perciba que dentro de mí todo se está resquebrajando. Si lo notara, si llegara a intuir cuánto me afecta, creo que ella ganaría de inmediato. Y yo no puedo darle ese triunfo.
Al ponerme el perfume, pensé en los días en que mi único deseo era que Matías me mirara con ternura. Qué ironía… ahora me esfuerzo más en no parecer derrotada que en gustarle. El claxon afuera interrumpió mis pensamientos. Respiré hondo, recogí mi bolso y bajé las escaleras.
Matías me esperaba en la sala. Estaba impecable, como siempre, con esa natu