Capítulo 127

La música todavía resonaba en mis oídos, aunque ya no la escuchara. Mi cuerpo estaba agotado, lo sentía en cada músculo, en cada paso torpe que daba. Había bailado como nunca antes, y aunque me había divertido, ya no podía más.

Alejandro lo notó. Siempre lo notaba.

—¿Quieres irte ya? —me preguntó, inclinándose hacia mí mientras aún estábamos sentados en la mesa.

Lo miré y asentí de inmediato, agradecida de que él también lo hubiera pensado.

—Sí, creo que ya es hora —respondí con una sonrisa cansada.

Eran casi las doce. La fiesta seguía encendida, pero yo sentía que ya había cumplido mi parte. Alejandro se levantó y con ese gesto natural de caballero que lo caracterizaba, me ofreció la mano.

Lo seguí hasta la salida, nos despedimos de Santiago y de Aurora, después salimos donde el aire fresco me golpeó el rostro como un alivio.

El trayecto en auto fue rápido. Apenas había tráfico a esa hora; las calles estaban tranquilas, iluminadas solo por las luces intermitentes de los semáforos y
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