Desperté con el sonido suave de mi teléfono vibrando en la mesita de noche. Durante unos segundos, sin abrir los ojos, pensé que era un sueño. Todavía tenía en la cabeza las palabras de Alejandro, las últimas que me dijo en el auto: “Yo nunca te habría dejado sola”. Como un eco que se repetía, esa frase se había quedado grabada en mi pecho, aunque tratara de apartarla.
Extendí la mano con algo de torpeza y alcancé el teléfono. La pantalla iluminó la penumbra de la habitación. Era un mensaje de Alejandro."Buenos días, Isabella. Espero que hayas dormido bien. Que tu día empiece tan bonito como lo fue anoche verte sonreír."Me sorprendí sonriendo sola. No estaba acostumbrada a recibir palabras así al despertar. Durante tanto tiempo, mis mañanas habían sido silenciosas, rutinarias, marcadas por un vacío que me recordaba todo lo que había perdido. Y ahora… ahora tenía un saludo que me hacía sentir ligera. Contesté sin pensarlo demasiado:"Buenos días, Alejandro. Dormí bi