Sonia olvidó cómo salió del hospital.
En ese momento, Puerto Cristal seguía siendo verano.
Pero aunque la luz del sol caía sobre ella, Sonia no sentía ningún calor, solo un sinfín de sudor frío que le hacía temblar los dientes.
El taxi llegó rápidamente a Villa Azulejo.
Mirando el lugar familiar y a la vez extraño, Sonia recordó de repente las palabras de Javier: esta era su única oportunidad.
Javier probablemente solo quería obtener esas pruebas para amenazar a Andrés y obligarlo a hacer algunas concesiones.
Pero Sonia pensaba en algo más.
Porque sabía que, según el carácter de Andrés, incluso si hacía una concesión temporal, definitivamente encontraría después una oportunidad para recuperar lo que había perdido.
Con alguien como él, no se podía ser compasivo.
Como enfrentarse a una bestia en la pradera, una herida superficial solo lo enfurecería. Para lograr la victoria, había que encontrar el momento preciso: ¡un golpe definitivo!
Sonia bajó del taxi.
De una forma u otra, había vivi