Paula no le dejó alternativa a Sonia para declinar, y ella tampoco se encontraba en posición de rechazar. En cuestión de minutos, ambas se hallaban sentadas en la cafetería.
—¿Cuándo llegaste a Costa Serena? —inquirió Paula sin rodeos.
Sosteniendo su taza con serenidad, Sonia respondió: —Hace algunos días.
—¿Ah sí? ¿Viniste sola?
Sonia permaneció en silencio, limitándose a levantar la mirada hacia Paula. Tras un breve intercambio de miradas, Paula esbozó una sonrisa repentina y colocó unas fotografías sobre la mesa: —La mujer en estas imágenes eres tú, ¿no es así?
Las fotografías capturaban la escena: el espectáculo de fuegos artificiales, la terraza llena de gente, y dos personas fundidas en un abrazo y un beso. El rostro de Andrés era perfectamente reconocible. Sonia aparecía entre sus brazos, aunque su rostro quedaba parcialmente oculto por la mano de él, que le acariciaba la mejilla.
A estas alturas, cualquier intento de negación resultaba evidentemente fútil.
Así que Sonia, despué