La voz al otro extremo de la línea repitió la pregunta con desconcierto: —¿Señor Campos?
—Entendido —respondió Andrés antes de cortar la llamada y dirigir su atención hacia Sonia— ¿Se puede saber qué estás haciendo?
Su tono aparentaba calma, pero había una tensión subyacente en sus palabras.
—Preparando mis cosas para regresar a Puerto Cristal —contestó Sonia con naturalidad fingida mientras aseguraba los cierres de su maleta.
Con el rostro impasible, Andrés inquirió: —¿Qué significa todo esto?
Sonia finalmente alzó la vista y le dedicó una sonrisa tenue. —Bueno, dado que la señorita Andrade ya está aquí, no tendría sentido que yo permaneciera, ¿no crees?
El comentario provocó que Andrés entornara los ojos.
—¿No es ella tu prometida? —continuó Sonia.
Una risa suave escapó de los labios de Andrés. —¿Así que estás celosa?
—No lo estoy —Sonia bajó la mirada mientras añadía— ¿Con qué derecho podría estarlo?
Andrés no respondió. Simplemente arrojó su chaqueta a un lado y encendió un cigarri