Tuvo que ser Ella

Aimunan

La voz de la alarma en mi mente me gritaba que huyera, pero mis pies estaban clavados al suelo. Él parpadeó lentamente, como si intentara enfocar su mirada en mí, y una sombra de confusión cruzó sus ojos.

​—¿Qué dices? Yo no...—su voz sonaba pastosa, arrastrando las palabras.

​—Dime algo, hueles a alcohol —Mi voz temblaba, pero me mantuve firme—. Alguien te drogó, Alexander. Tienes que pensar. ¿Estuviste con alguien? ¿Bebiste algo que no era tuyo?

​Se tambaleó, apoyándose en la pared. Sus ojos se veían inyectados en sangre, y el deseo que antes los dominaba se transformó en un terror crudo.

​—La botella de agua... En la sala de juntas...—murmuró, como si las palabras le costaran un esfuerzo sobrehumano.

​El rompecabezas se armaba en mi mente. No era casualidad. Solo había una persona que podía haber hecho algo así, Jía, tuvo que ser Ella, la única en la empresa con acceso a él.

​Se desplomó en el piso, sus rodillas cediendo. A pesar del miedo, me arrodillé a su
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