La ultima súplica

Aimunan

Trina se separó. —¡Dios, Munan! ¿Qué pasó? ¿Por qué Karl no me dijo nada?

​—Lo siento, Trina. Fue un accidente. Pero estamos bien —mentí sobre el "accidente".

​Isaac interrumpió, su voz grave y cargada: —No mientas. Alexander no confía en nadie y está a punto de desatar el infierno. Necesitamos sacarte de aquí.

​—No me voy —dije, luchando contra el dolor en mi vientre—. Y no huiré de mi destino.

​Mi mirada se encontró con la de Isaac. Él sabía que yo ya no le pedía permiso.

​—Escúchame, Munan. El mundo de Alexander está aquí para destrozarte, y él está haciendo lo mismo. Te supliqué que no usaras tu energía sola, pero si te quedas, al menos yo te protegeré de él.

​—No estoy pidiendo protección, Isaac. Estoy pidiendo ayuda. —Respiré profundamente—. Primero, tengo que intentar detenerlo una última vez.

​Trina, asustada, se agarró a mi brazo. —¿Detener a quién? ¿A tu suegro?

​—A Alex —dije, sintiendo una punzada de dolor por la verdad. Mi amor me obligaba a un
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