El grito gutural fue la señal. De entre las sombras del bosque y la tenue luz que se filtraba, surgieron siluetas encapuchadas, moviéndose con una rapidez casi inhumana, rodeando al grupo como lobos a su presa. El corazón de Arya le martilleaba contra las costillas mientras el metal frío de su espada se deslizaba con un silbido familiar. A su alrededor, los demás soldados desenfundaban sus armas, el sonido metálico llenando el aire, formando un círculo defensivo que se sentía, a la vez, fuerte y desesperadamente frágil.
Uno de los encapuchados se lanzó hacia Arya con una ferocidad casi inhumana, blandiendo una daga curva que brilló con un fulgor oscuro. Arya esquivó por poco, sintiendo el roce helado del filo contra su manga, una advertencia gélida. Respondió con un tajo rápido y preciso que obligó a su atacante a retroceder con un gruñido. Arion, a su lado, bloqueó otro golpe con su escudo, el impacto resonando en el aire, mientras los guardias forcejeaban con el resto de las figura