Eran las seis y treinta de la noche, y aquel príncipe idiota aún no había aparecido. Yo estaba harta. Ryke De Nyx se había pasado el día entero detrás de mí, obedeciendo a mi abuela como un perro faldero, esperando por atención. En un momento dado, me levanté del banco de piedra en el jardín donde había intentado encontrar un momento de paz. Ryke, que se encontraba escondido en los arbustos como una sombra, o un cuervo que fácilmente se podía mezclar con la penumbra de su entorno, parecía surgir de la nada.
__No es necesario que me sigas__ dije, mi voz cargada de enojo y desdén mientras me ponía de pie.
__Es mi trabajo__respondió él, en tono monocorde, como si mi presencia o mis sentimientos no le importaran en lo más mínimo.
__No me importa. Quiero estar sola__ le contesté, con aún más desdén.
__¿Crees que eso realmente me importa?__ Su voz era un eco helado de la mía.
__Eres el perro de la Reina Madre__dije, mientras sonreía irónicamente, la burla en mi expresión.__¿Acaso no tienes vida propia? Deja de seguirme.
Ryke me tomó de la mano, con una firmeza que me hizo parar en seco, la sorpresa deteniendo mis palabras.
__¿Crees que una niña creída como tú realmente me importa, Princesita? No. Cálmate, mi trabajo es seguirte.
__Eres un maldito idiota__dije, mientras me zafaba de su agarre con un tirón brusco ___No quiero una estúpida alianza con aquel idiota que solo le importa la corona y nadie más.
Sentí cómo mis ojos me ardían. Estaba harta, cansada. Las lágrimas comenzaron a brotar, calientes y dolorosas. No lo aguantaba más. Mi padre estaba en estado crítico, mi abuela buscaba una y mil alianzas para fortalecer el reino, mi madre no decía nada, lo único que le importaba era la salud de mi padre. Mis damas de compañía, a pesar de ser mis compañeras, no sabían nada, nada de lo que sentía. Me puse de rodillas, el vestido verde arrugándose en la tierra húmeda del jardín, mientras dejaba que mis lágrimas brotaran sin control.
__Llorar no te hará más fuerte, ni destruirá todo lo que está pasando, Amaris__dijo, su voz, para mi sorpresa, ligeramente más suave mientras se acercaba y me ayudaba a ponerme de pie.
__Eres un idiota__repetí, mi voz quebrada, mientras comenzaba a caminar con lentitud, alejándome de él.
Él seguía detrás de mí, sus pasos firmes y silenciosos. Estaba lo suficientemente harta como para volver a enfrentarme a él.
__¿En serio, solo llorarás delante de aquel príncipe?__ preguntó, su tono ahora casi burlón de nuevo.
__Estoy llorando delante de un idiota__respondió, sin siquiera girar la cabeza.
__Estás llorando delante de un guardia, no de un futuro rey, no delante de alguien que te puede quitar la corona.
En aquel instante, uno de los guardias llegó corriendo, anunciando que aquel príncipe idiota había, por fin, llegado.
__¿No cree que debería dejar de ser tan caprichosa?__inquirió Ryke, su voz apenas un susurro a mi oído.
Ignoré a Ryke y comencé a caminar hasta llegar al comedor, donde nos esperaba un gran banquete. La Reina Madre y la noble Reina Consorte nos aguardaban, junto con aquel príncipe y sus guardias. Ryke hizo una pequeña reverencia hacia mi madre y mi abuela, dejándome pasar luego. Hice una reverencia y me sentí en mi lugar asignado, por desgracia, cerca de aquel príncipe insoportable.
La cena comenzó, una formalidad tensa disfrazada de banquete. El Príncipe Lysander , con su sonrisa untuosa y sus ojos arrogantes, no perdió el tiempo en demostrar la bajeza de su carácter. Apenas dirigió una palabra a mi madre, la Reina Consorte, más allá de un saludo superficial, y sus intentos de congraciarse con mi abuela, la Reina Madre, fueron torpes y serviles. En cambio, se eliminó en hacer comentarios despectivos sobre Astara, su arquitectura “rústica” y sus costumbres “antiguas”, insinuando que nuestro reino estaba en decadencia.
__Es una pena ver cómo un reino con un pasado tan glorioso… se aferra a métodos tan… anticuados__ comentó Lysander, con una sonrisa que no llegó a sus ojos, mientras cortaba un trozo de carne. Su mirada, de forma constante, se posaba en mí, no con admiración, sino con un cálculo evidente, como si yo fuera una posesión más a adquirir__Me sorprende que la Reina Madre aún mantenga estas tradiciones cuando el mundo avanza.
Mi abuela, con una mirada de hielo, simplemente le dirigió una mirada que habría hecho temblar a cualquier hombre sensato, pero Lysander, en su egocentrismo, pareció no notarlo.
A medida que la cena avanzaba, el comportamiento del príncipe se volvía más descarado. Contó chistes insulsos, se jactó de sus conquistas militares —la mayoría de ellas rumores inflados— y, lo que más me irritó, intentó propasarse conmigo. Su mano, en un movimiento apenas perceptible, se deslizó por debajo de la mesa, buscando la mía, intentando acariciar mi rodilla. Me tensé, alejando mi pierna con discreción. Se rió suavemente, y un momento después, su pie rozó el mío, una provocación descarada.
Mis ojos se encontraron con los de Ryke , que estaba sentado un par de asientos más abajo, su rostro inexpresivo. Pude sentir su tensión, una energía latente que él siempre proyectaba. Él también lo había notado. La sangre me hervía, pero me mantuve erguida, recordando las lecciones de mi madre sobre la compostura en la corte.
Lysander, envalentonado por mi aparente pasividad, se inclinó ligeramente hacia mí.
__Princesa__susurró, su aliento a vino y arrogancia __ imagino que un matrimonio entre nuestros reinos sería... muy beneficioso. Podría enseñarle lo que es un verdadero reino, y un verdadero rey a su lado__Su mano volvió a intentarlo, esta vez con más audacia, intentando atrapar mi mano bajo la mesa.
En ese instante, la sala pareció congelarse. Antes de que yo pudiera reaccionar, un sonido metálico resonó por el comedor. Ryke De Nyx se había levantado de su asiento con una velocidad asombrosa, su silla cayendo al suelo con un estrépito. Su mano, con una fluidez mortal, ya había desenvainado su espada. El frío brillo del acero plateado se detuvo a escasos centímetros del cuello del Príncipe Lysander, reflejando el fulgor de las velas. El aire se volvió corto.
__Príncipe Lysander__la voz de Ryke era un gruñido bajo, controlado, pero cargado con una amenaza tan palpable que hizo que los guardias de Lysander empuñaran sus propias armas__Le recuerdo que la Princesa Amaris de Astara es la heredera de este trono, y cualquier gesto irrespetuoso hacia ella es una afrenta directa a la Corona y al Rey, quien, a pesar de su condición, sigue siendo el soberano de este reino. Le aconsejo que retire su mano de inmediato y recuerde su lugar como invitado. O por la Causa de Astara, juro que este banquete terminará con una mancha menos en la mesa y un pretendiente menos en la línea de sucesión de su propio reino.
El silencio en el comedor era absoluto, roto solo por el crepitar de la chimenea. El rostro del Príncipe Lysander, antes arrogante, se volvió lívido, sus ojos de ratón fijos en el filo de la espada de Ryke. Tragó saliva, su mano se retiró como si hubiera tocado el fuego. La Reina Madre, que había estado observando la escena con una quietud impresionante, avanzando casi imperceptiblemente hacia Ryke. Mi madre, la Reina Consorte, llevó una mano a su boca, con los ojos muy abiertos.
Ryke mantuvo la espada en su posición unos segundos más, una eternidad de tensión, antes de envainarla con un sonido sordo, tan calculado como su amenaza. Se volvió a sentar en su silla, arrastrándola suavemente para no hacer ruido. El banquete continuó, pero la atmósfera había cambiado. Lysander no volvió a mirarme ni a intentar ningún gesto inapropiado.
La Reina Madre Leticia, que había permanecido en silencio observando la humillación del príncipe, se levantó con una dignidad imponente. Su voz, aunque no alzó el tono, resonó con una autoridad que no admitía réplica.
__Príncipe Lysander__ dijo, su mirada de hielo perforando al joven__Es evidente que ha confundido la hospitalidad de Astara con una invitación a la insolencia. Su comportamiento es una afrenta no solo a la Princesa Heredera, sino a la Corona misma. Un hombre que carece de respeto por la futura reina de un reino aliado, y que se atreve a deshonrar a su anfitriona bajo nuestro propio techo, no es digno de nuestra alianza ni de nuestra presencia.
Lysander intentó balbucear una excusa, pero la Reina Madre lo interrumpió con un gesto de la mano.
__No hay nada más que discutir. Este banquete ha terminado. Capitán Ryke De Nyx, acompaña al Príncipe Lysander ya su séquito fuera de nuestras fronteras. Que no pisen suelo de Astara nuevamente. Nuestra alianza, Príncipe, se ha disuelto esta noche. Que su reino sepa que la dignidad de Astara no se negocia.
El rostro de Lysander se descompuso, la vergüenza y la furia luchando en sus ojos. Pero la determinación en el rostro de la Reina Madre era inquebrantable. Ryke, con una expresión pétrea, se levantó de nuevo.
__Como ordene, Reina Madre__dijo, y con un gesto firme, indicó a los guardias de Lysander que se movieran. El príncipe, humillado y derrotado, fue escoltado fuera del comedor, su séquito siguiéndolo en silencio. La cena había terminado, y con ella, la posibilidad de una alianza indeseada. La Reina Madre había hablado, y su palabra era ley.