—Vamos, Bryn. ¡Solo haz que me divierta! ¿Tengo que hacer que mi hermano baile conmigo?

Miles sonrió, tomó mi mano y me arrastró hacia el centro de la multitud palpitante. Me levantó en el aire, haciéndonos girar en círculos veloces. Cuando mis pies volvieron a tocar el suelo, giré por mi cuenta, dejando que el ritmo frenético de la música barriera todo lo demás. Niebla llenaba la sala, arremolinándose a nuestros pies. Se enroscaba a mis piernas como seda y relucía en un vívido caleidoscopio de colores. Olía dulce, a madreselva y lila. Una sensación placentera, casi derretida, recorrió mi cuerpo.

Una risa musical llamó mi atención, guiando mi mirada hacia las bailarinas de las plataformas, que se movían con pasos sincronizados y veloces mientras giraban en círculos cada vez más rápidos, echando la c