Luciana caminó hacia la mesa con pasos medidos, consciente de cada mirada que Stefan le dirigía mientras se acercaba. Sus ojos azules la recorrieron de arriba abajo con intensidad que sintió como toque físico, evaluándola, memorizándola, buscando señales de lo que había hecho esa mañana.
Stefan se puso de pie cuando ella llegó a la mesa, educación de vieja escuela que su abuelo le había inculcado desde niño. Le retiró la silla con gesto cortés que no alcanzaba sus ojos fríos.
—Luciana. Te ves... descansada.
El doble sentido era evidente.
—Stefan. —Se sentó, ignorando el comentario—. Dijiste que necesitábamos coordinar agendas.
—Directo al grano. —Stefan volvió a su asiento—. Me gusta. Aunque solías ser más... conversacional.
—Eso fue antes de que convirtieras mi vida en un infierno corporativo.
Stefan tomó su copa de vino, estudiándola por encima del borde.
—Lindo suéter. ¿Es nuevo?
—No. —Luciana tomó su propia copa—. ¿Vamos a hablar de mi vestuario o de lo que me trajiste aquí?
—Tu v