El parque era un refugio en medio del caos de Manhattan. Luciana caminó por el sendero bordeado de árboles hasta el banco donde Ethan la esperaba, sus manos en los bolsillos de su chaqueta, mirando el lago artificial con expresión pensativa.
Cuando la vio, su rostro se transformó. Se puso de pie inmediatamente.
—¿Cómo estás?—Su voz era suave, preocupada.
Luciana se dejó caer en sus brazos, hundiéndose en su abrazo.
—Cansada, furiosa y atrapada.
Ethan la apretó más contra él.
—Lo siento, Lu. Ojalá pudiera hacer algo más.
—Estar aquí es suficiente. —Lo miró a los ojos—. Es lo único que me mantiene cuerda.
Se sentaron en el banco, con los dedos entrelazados, mientras le contaba detalles adicionales del almuerzo que no había mencionado por teléfono
—Tres eventos esta semana. —Ethan apretó su mandíbula—. Y cuatro días adicionales que quiere de tu tiempo.
—No voy a darle los cuatro días. Solo iré a los eventos.
—¿Y si presiona? ¿Si usa la empresa?
—Entonces encontraré otra forma. —Luciana