El departamento de Ethan nunca había lucido tan acogedor.
Luciana prácticamente se lanzó a él cuando abrió la puerta, sus brazos rodeándola inmediatamente antes de que pudiera decir una palabra. El olor familiar de su perfume, que siempre la hacía sentirse segura, la envolvió.
—Hey, hey. —Ethan la apartó lo suficiente para mirarla a la cara, sus manos enmarcando su rostro con ternura—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
Luciana no confiaba en su voz todavía. Solo negó con la cabeza, enterrando su rostro en su pecho, respirando profundamente mientras sentía las lágrimas de frustración que había contenido finalmente comenzar a caer.
Ethan no preguntó más. Solo la sostuvo, una mano acariciando su espalda en círculos lentos mientras la otra se enredaba en su cabello. La guió hacia el sofá, sentándola en su regazo, manteniéndola cerca mientras ella se desmoronaba.
—Respira. —Su voz era suave, tranquilizadora—. Solo respira, amor. Estás aquí ahora. Estás a salvo.
Pasaron varios minutos antes de que Lu