Stefan condujo en silencio durante los primeros diez minutos, navegando por las calles de Manhattan con la facilidad de quien conoce cada esquina. Luciana mantenía la vista fija en la ventana, negándose a mirarlo.
—¿Vas a hacer pucheros todo el día?
—No estoy haciendo pucheros. Estoy ignorándote.
—¿Hay una diferencia?
Luciana finalmente giró hacia él.
—¿A dónde vamos?
—Te dije que ya verás.
—Stefan...
—Paciencia, Sterling. Es una virtud que claramente necesitas desarrollar.
—Sabes que esto no va a funcionar, ¿verdad? No puedes obligarme a pasar tiempo contigo y esperar que mágicamente me enamore.
—¿Quién dijo algo sobre enamorarse? Hoy solo quiero que me conozcas. Al verdadero Stefan Vanderbilt. No al que crees conocer.
—Ya te conozco. Eres arrogante, controlador, y estás obsesionado con una mujer que te manipula.
Stefan rio sin humor.
—Interesante descripción. ¿Eso es lo que ves cuando me miras?
—Es lo que todo el mundo ve.
—Todo el mundo excepto Sofía.
Luciana giró hacia él, sorprend