Stefan condujo hasta la mansión Vanderbilt con las manos apretadas al volante hasta que los nudillos se pusieron blancos. El mensaje de su abuelo seguía resonando en su mente: "Llegas en treinta minutos o te desheredo ahora mismo."
Llegó en veinticinco.
Cuando entró a la propiedad, vio las luces encendidas en el jardín trasero, cerca de la piscina iluminada como escenario. No era común que su familia se reuniera ahí a esta hora. Lo que significaba que esto era una emboscada.
Atravesó la casa con pasos firmes que resonaban en el mármol, salió por las puertas francesas y caminó hacia el área iluminada junto a la piscina donde el agua brillaba bajo luces estratégicamente colocadas.
Su abuelo Richard estaba de pie junto a una de las mesas de jardín de hierro forjado. A su lado, sentadas con expresiones idénticas de desaprobación aristocrática, estaban su abuela Catherine y su madre Victoria.
Stefan sintió el peso de sus miradas antes de que cualquiera dijera una palabra.
—Stefan. —Richard