Selene secó sus manos y se dirigió a abrir la puerta, no esperaba visitas y preparaba la papilla de los niños.
Cuando el timbre empezó a sonar con insistencia pensó que su amiga Fiorella había olvidado la llave.
— ¡Voy!, ¡que no soy sorda!, despega la mano de ese botón! —dijo, saltando del sobresalto.
Abrió de inmediato con cierto enfado, lista para regañar a su amiga.
No alcanzó a decir nada cuando un par de hombres extraños entraron a su departamento.
El miedo se apoderó de ella y enseguida pensó lo peor: El pasado estaba de vuelta.
— ¡No por favor!,¡No me hagan daño!
Un frío le recorrió la columna,pensó en gritar y pedir ayuda,pero su sexto sentido le indicó que no lo hiciera.
— Señora, no le haremos daño,usted tiene que acompañarnos —dijo uno de los hombres con un tono autoritario pero tranquilo.
— Yo no iré con ustedes a ningún lado —respondió Selene, cruzándose de brazos mientras su corazón comenzaba a latir más rápido.
Aquel hombre tenía una mirada implacable, y el segundo, u