Ares carraspeó intentando pasar el nudo en su garganta. Su experiencia le decía que no era una invitación del todo amistosa.
Recordó las amenazas discretas que había recibido de ese fulano cuya identidad aún se mantenía en las sombras.
Ese enigmático personaje pretendía manipular los hilos de su vida.
—Bueno, si este hombre cree que después de tratar de infundir pánico se convertirá en mi socio, está muy equivocado —dijo a sus escoltas, un rayo de determinación iluminaba su mente confusa—. Vamos a hacerle creer que bailamos al son que nos toque.
Las letras doradas de la tarjeta de invitación al banquete brillaban en la superficie de su escritorio, como un recordatorio constante de la realidad que se avecinaba.
Era un evento de la mafia, lleno de peligros de los que él sabía bien cómo sortear, pero este era diferente; lo sentía en los huesos.
El día de la reunión llegó.En ese despacho oscuro, la atmósfera estaba cargada de tensión.
El enemigo oculto se encontraba sentado en su escrito