Capítulo 88.

Pov Virginia:

El olor a lejía barata y sudor rancio lo impregna todo aquí dentro. Las paredes rezuman humedad y las voces de las demás presas rebotan como un eco insoportable. No soy como ellas. No pertenezco a este lugar. Pero aquí estoy, encerrada como un animal en una jaula.

No me engaño: Gabriela disfruta con esto. Habrá celebrado el día que firmó esa denuncia como si hubiera ganado una batalla histórica. La veo sonreír en los titulares, vendiéndose como madre coraje. Qué patética. Siempre necesitando la compasión de los demás para tener algo de valor.

Yo, en cambio, no necesito que nadie me aplauda. Yo muevo los hilos, aunque sea desde aquí.

El primer día en prisión me lo pasé entera pensando en cómo destruirla. El segundo, en cómo salir lo antes posible. Y hoy, en cómo volverlo todo en su contra.

La visita de mi abogado fue reveladora. Se sentó frente a mí en la sala de cristal y, con ese tono neutro de funcionario que nunca cambia de expresión, me soltó la noticia: