Capítulo 5

—Hola mamá —respondió Briana con desgano, y corrió hacia su habitación. Pudo ver que las cosas estaban desparramadas como ella las había dejado. Briana era una persona bastante desordenada, no le gustaba mucho el orden y eso se notaba cada día. En ese momento, hizo una mueca al ver que su computadora estaba bloqueada. Suspiró aliviada, aunque tuvo una leve sospecha. El mouse estaba corrido. Confusa, bajó las escaleras y enfrentó a su madre.

—Mamá, ¿tú moviste algo en mi habitación? —preguntó.

—No, cariño, yo ni entré.

— Pero tú siempre ordenas todo, cada vez que me voy apurada, organizas cada detalle de mi tocador. Esta vez no lo hiciste, lo encuentro sospechoso—dijo Briana acercándose a su madre con los brazos cruzados.

—Carino, tengo otras cosas que hacer—respondió su madre sin mirarla.

—Mírame a los ojos, por favor—pidió Briana, y su madre finalmente accedió.

—¿Tocaste mi computadora? —preguntó Briana directamente.

—No, cariño, yo ni siquiera sé cómo usarla—comentó su madre, dando la espalda y secando unos platos.

—Mamá, sé que la tocaste. ¿Verdad? —insistió Briana.

—No puedo creer que defiendas a esa persona de Lucía—replicó su madre con enojo.

—¡Mamá!, por favor, escúchame—suplicó Briana.

—No, tienes que decirle la verdad. Si estás enamorada de Lautaro. Lo peor de todo es que guardas el profundo secreto de esa mujer—continuó su madre acusatoria.

—Mamá, detente—interrumpió Briana.

—Ella no es una desgraciada. ¿Cómo puedes juzgarla así? ¿Cómo pudo ser tan interesada en estar con él solamente por dinero? —replicó su madre con enojo.

Briana trató de calmar a su madre y le dijo: "Mamá, por favor, déjame explicarte..."

—Mamá, relájate. Estoy muy molesta contigo. ¿Cómo puedes invadir mi privacidad de esa manera? —preguntó Briana, alejándose de su madre.

—No puedo creer que guardes ese secreto tan pesado en tus hombros, hija—respondió su madre.

—Mamá, por favor..—suplicó Briana.

—No, Briana, tienes que ir y decirle la verdad—insistió su madre.

—No puedo hacerlo—comentó Briana y continuó caminando, mientras su madre la seguía.

—Briana, tienes que hacerlo, es lo correcto—dijo su madre.

—Mamá, es mi problema. Te pido por favor que no te vuelvas a meter en mis asuntos—dijo Briana enojada, y su madre se quedó en silencio.

Decidió hacerle caso a Briana y su madre dijo: "Yo no diré nada." Briana asintió.

—Eso espero—comentó Briana y decidió ir a su habitación y tratar de dormir, pero las preocupaciones no la dejaron descansar. Volvió una y otra vez en su mente, hasta que finalmente pudo conciliar el sueño. Lo último que vio fueron los ojos de Lautaro visitándola en su sueño y sonriéndole con nostalgia.

Al día siguiente, Briana se despertó con un intenso dolor de cabeza. Su madre llegó con una taza de té.

—Diablos, cariño. ¿Estás bien? —preguntó su madre, sosteniendo su mano.

—Estoy bien, mamá. De alguna manera, en algún momento, alguien tenía que saberlo—respondió Briana.

—¿Y cómo te sientes cargando ese secreto? —preguntó su madre, preocupada.

—Mal, mamá. Porque, como sabes, estoy enamorada de Lautaro—admitió Briana.

—Ay, mi niña, sería mejor que te alejes de todo esto—comentó su madre.

—No puedo, mamá. Quiero mucho a Emma y ella está sola en el mundo—respondió Briana.

—Tienes razón. Esa pobre niña tiene un padre ausente y vive el recuerdo de una mujer que la idealizó como perfecta—reflexionó su madre.

Dejó a Eduardo en paz y Briana suspiró. Era extraño compartir ese secreto con alguien y sentir cómo una carga se aligeraba de sus hombros. Se puso de pie, ignorando el reclamo de su estómago, ya que no había comido, y decidió ir al trabajo. Se vistió con unos cómodos pantalones vaqueros y un suéter marrón que le llegaba a la cintura. Se calzó unas zapatillas grises y se dirigió hacia su coche Honda estacionado afuera. Justo cuando llegaba a su coche, chocó accidentalmente con Eduardo.

“Hola, guapa"“, dijoEduardo con una sonrisa coqueta mientras se ajustaba la corbata.

“Hola", murmuró Briana, ignorándolo y pasando junto a él.

“¿Quieres salir esta noche?", preguntó Eduardo con dudas.

“Claro", respondió Briana distraída, mientras miraba unas cartas que habían llegado a su casa.

“Briana, ¿me estás escuchando?", preguntó Eduardo.

“Sí, te estoy escuchando", respondió Briana, justo cuando vio cómo alguien le arrebataba las cartas de la mano.

“Esto es muy bonito", comentó Eduardo coquetamente, mirándola a los ojos.

Justo en ese instante, Lautaro apareció en la sala y al ver a Briana tomada de la mano con Eduardo, sintió una extraña molestia.

“¿Van a estar haciendo eso en el trabajo?", preguntó de manera arrogante.

“Lo lamento, señor"“, dijoBriana apartándose de Eduardo.

“¿No tienes algo mejor que hacer, hermoso?", preguntó a Eduardo, quien rápidamente desapareció de su vista.

“¿Cómo estás, Briana?", preguntó acercándose a ella y mirándola de una manera que ella no comprendió.

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