Capítulo 30: Calidez

Ese abrazo repentino dejó a Mónica en el limbo, pero al oler el perfume varonil que desprendía el cuello de Rafael, cerró sus ojos e inhaló ese suave aroma.

La calidez de sus cuerpos estremeció sus corazones, estando tan cerca el uno del otro, no pudieron controlar sus respiraciones.

Mónica no quería volver a enamorarse, pero su jefe tampoco ayudaba. Además, se dio cuenta de que él nunca dejó de amarla, por algo le contó aquello en la cita que tuvieron.

—No dejaré que te hagan daño, Mónica —susurró, acariciando su mejilla y mirándola a los ojos con ternura—. Discúlpame. Tuve que haberla despedido desde antes.

—R-Rafael… ¿puedo hacerte una pregunta? —titubeó, con los labios temblorosos.

—Lo que sea.

—¿Qué es lo que sientes por mí? —soltó, sintiéndose acorralado.

Quería huir por tantos sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo, deseaba escuchar una confesión de su boca.

Rafael suspiró.

—Te conté que odio a David porque te arrebató de mis manos. No me dio ni la oportunidad
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