—No quiere salir de su habitación —dijo Sara, cruzada de brazos.
Era el tercer día que Mateo iba de visita a la mansión Rowling para hablar con Victoria, pero ella se negaba a ver a los demás.
—¿Tampoco ha hablado contigo? —cuestionó el pelinegro, preocupado.
—Solo deja entrar a sus padres. ¿Qué fue lo que le pasó? —Frunció el ceño, ella no sabía nada.
—Terminó con su novio. Él la engañó —resopló, rascándose la nuca—. ¿Dónde está la señora Mónica? Me gustaría hablar con ella.
—Oh, en la cocina con mi madre —señaló—. Yo seguiré tratando de convencer a Victoria de que me abra la puerta.
Mateo asintió y se fue directo a la cocina. Al cruzar el umbral, vio a ambas señoras hablando de temas triviales, mientras las cocineras trabajaban.
—¡Mateo! Cuánto tiempo sin verte —saludó Elsa, con una sonrisa.
—Volví hace poco. Eh, señora Mónica —titubeó—. ¿Podemos hablar sobre su hija?
Ella estaba haciendo lo imposible por animar a Victoria, sin lograrlo. No tenía idea de que una ruptura amo