Mi mente en como un laberinto mortal del que no consigo salir.

Amelia

Esbozo una tenue sonrisa a las personas que se acercan para darme el pésame. Mi padre se ha autoaislado en un rincón del salón: no habla ni mira a nadie, solo está ahí como un fantasma. Me da miedo que no pueda superar la muerte de mi madre, sé que había estado actuando, haciéndose el fuerte, pero cuando llegó el momento su realidad se quebró. Tuvo que entender a la fuerza que ya no la volvería a ver.

—Amelia, ¿ahora si podemos hablar? —salgo de mis pensamientos al escuchar a Emilio.

—Vayamos al despacho, tendremos más privacidad ahí. —Señalo el camino cuidando que el troglodita de mi amado prometido no nos vea juntos.

Después de ese beso en el cementerio siento que no puedo verlo ni a la cara. Aún tengo mi ropa interior mojada y el cosquilleo en mi zona íntima me está volviendo loca. Cierro la puerta tras de mí y le coloco el seguro para evitar que nos interrumpan.

—Bien, ¿de qué me quieres que hablemos? —inquiero