Nunca se hubiera esperado que una semana despues de la muerte de su marido alguien tocara a su puerta. Ella aún vestìa de negro, solo por apariencia y aún debía fingir tristeza. Abrió la puerta y vió un hombre pequeño, con documentos en la mano y unos anteojos que lo hacían parecer un inquisidor.
- Buenos días señora Ludovi- ese hombre le daba escalofríos, una descarga fría que le recorría el cuello y la espalda
- Señor- lo saludó con una sonrisa suave- en que le puedo ayudar? - Su difunto marido ha dejado muchas deudas señora- se ajustó los lentes y se enderezó para parecer más alto
- lamento su perdida pero ahora, como su viuda, las deudas pasan a usted- le entrego el documento mientras Constanza lo miraba con los ojos queriendo salir de sus cuencas, la palabra deuda se le habia quedado en medio a sus cuerdas vocales, incapaces de producir algun sonido útil para reprochar, su boca buscando aire se abrio, pero sus pulmones no lo resivian.
En el documento lo esplicaba todo, deu