En la mañana despertó en su cama, bañada en sudor. Levantarse se le hacía dificil, su cuerpo se sentía pegado a la cama, tal vez el sudor nocturno había hecho un pegamento entre ella y las sabanas o su sangre se había convertido en el mismo marmol que había formado los angelitos de las fuentes del jardín. La fiebre era leve su toz era persistente y había comenzado a escupir sangre.
-Mandaré a un mensajero a llamar al medico, las personas no escupen sangre por un resfriado.- Ricardo estaba desesperado
- Padre, llamarás a Marco? - preguntó Constanza.
- Si.
La noticia llegó a la pequeña cabaña cerca del convento después del mediodía. El sol se escondía debil entre las nubes temeroso del anciano señor invierno. Los pajarillos no cantaban tan alegremente y las hojas de los àrboles repetían el susurro del viento: morirá.
Marco fue hasta el convento para pedir el dìa libre y atender a Olimpia, pero eso hizo preocupar a Celestina.
- Marco...puedo pasar? - la voz, como un susurro,