Olimpia querìa solo dormir, solo cerrar los ojos y escapar de esa pesadilla. Los pasos se acercaron a la puerta.
- Todo bien ahora? - preguntò Ricardo mientras se quitaba la camisa.
- No, me duele la cabeza- esa cara enojada....
Olimpia nunca se enojaba, siempre sabìa como hacer que todo fuera segùn sus planes, pero esta vez no habìa sido asì. Su respiraciòn estaba agitada, como si quisiera gritar que eso estaba mal. Ricardo no podìa separar los ojos de su escote con sus pechos que bajaban y subìan.
- Yo....- Ricardo se acercò a ella, intentando calmarla, su olor a vainilla lo envolviò- lo siento.
Èl siempre se disculpaba, era el primero en hacerlo. Solo que esta vez se disculpaba no por lo que habìa ocurrido sino por lo que iba a ocurrir. Su hija se casarìa sin amor.
- No es...- Olimpia suspirò, sus pechos se movieron otra vez- no es tu culpa- intentò sonreir.
Ricardo sentìa como aquella protuberancia entre sus piernas se hacìa màs dura aunque intentaba calmarse.