CAPÍTULO 97: EL HIJO DE NADIE
Maddison
Cuando entro al despacho de Jonathan, ya sé que algo ha cambiado. Lo noto en la forma en que el investigador me mira, en el leve movimiento de su mano al ajustar los papeles sobre la mesa y la tensión sutil en el rostro del viejo mientras se pone de pie para saludarme. No me sonríe esta vez. No porque la noticia sea mala, sino porque sabe que lo que está a punto de decirme puede cambiarlo todo.
—Hemos rastreado la matrícula —dice el investigador, sin rodeos—. El auto que se ve en el video, el que usa la mujer para alejarse del hospital… estaba registrado a nombre de un médico. Un tal Perry Lewis.
Siento que el aire se vuelve más denso.
—Lewis… —repito en voz baja—. Yo… yo conozco ese nombre.
Jonathan frunce el ceño. El investigador también se tensa.
—¿Lo conocías?
Asiento con lentitud. Me siento frente a ellos, con las manos heladas, la mente llena de recuerdos dispersos que se empiezan a alinear.
—No lo conocí, pero sí lo investigué cuando comen