Derek
Despierto con el pecho apretado otra vez. Otra maldit4 vez. Es como si mi cuerpo se negara a aceptar esta vida que supuestamente es mía. El techo blanco de la habitación me recibe como cada mañana, sin respuestas, sin rostros y sin sentido. Pero esta vez hay algo distinto, el sueño fue más claro. No fueron solo voces o sombras, fue ella. Una mujer, su abrazo, el calor de su piel contra la mía, el susurro de su risa, tenue, casi imperceptible, pero tan real que juraría haberla escuchado alguna vez.
Me levanto lentamente, como si cada músculo protestara contra la idea de seguir fingiendo y camino por el pasillo con la misma incomodidad de siempre. Todo en esta casa es familiar y ajeno a la vez, las paredes están adornadas con fotos donde sonrío con Vanessa sin saber por qué.
En la cocina, el olor del café recién hecho me recibe. Vanessa ya está ahí, perfectamente vestida, como si llevara horas despierta. Me saluda con un beso ligero en la mejilla y me sirve el desayuno. No le cont