Maddison
1 semana después…
No sé cuántas veces he leído el mismo informe. Cuántas veces he subrayado, repasado, buscado incongruencias. Sé que no lo hice, sé que jamás toqué un centavo que no fuera mío, pero los papeles dicen otra cosa. Y ahora, ni siquiera tengo un abogado en quien confiar.
—Lo siento, Maddison. No puedo seguir representándote —dice Richard, sin mirarme a los ojos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Recibí instrucciones. No puedo explicarte más, busca otro abogado.
Y así se va. Sin más. Dejándome con una carpeta llena de documentos que gritan culpabilidad, y sin nadie que me defienda. Me asignan otro defensor público, alguien que llega tarde, no conoce el caso y parece más interesado en su teléfono que en escucharme.
—La situación es complicada, señorita Evans, las pruebas son bastante sólidas.
—¡Pero son falsas! —grito con un nudo en la garganta—. ¡Alguien las manipuló! Yo… no tomé nada. ¡Ni siquiera tenía acceso a esas cuentas!
Él solo asiente, como si estuviera acostumbrado a escu