CAPÍTULO 26: LA DUDA

Derek

El edificio es un asco. Huele a humedad, las paredes están manchadas, y los techos rezuman un gris que no se borra ni con dinero. Camino por el pasillo con el ceño fruncido, ignorando las miradas, sintiendo cómo cada segundo se arrastra como plomo entre los dedos.

El fiscal no contesta su maldit0 teléfono. Y el abogado que se suponía debía encargarse de esto… es un incompetente.

Maddison está detrás de esas rejas. La imagen no se me va de la cabeza, casi puedo imaginar su rostro, pálido, los labios secos y una mirada rota. No me importa si me odia, no me importa si me escupe en la cara, lo único que quiero es sacarla de ahí.

—Derek, tranquilízate —gruñe mi abuelo junto a mí mientras caminamos hacia la recepción del centro de detención—. Hacer una escena no va a ayudar.

—No estoy haciendo una escena. Estoy arreglando un maldit0 desastre que no debería haber pasado.

Cuando llegamos al mostrador, lanzo una carpeta sobre el escritorio de la oficial. Ella apenas levanta la vista.

—De
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