Derek
Estoy en una sala de juntas en Los Ángeles, rodeado de abogados, inversionistas y un sinfín de palabras que deberían importarme, pero no escucho nada. Solo veo sus labios moviéndose mientras en mi cabeza resuena la voz de ese imbécil de Morgan.
"Mi amor."… "El bebé es mío."
Apretó los puños bajo la mesa. ¿Quién se cree que es ese veterinario de pueblo? No tiene ni idea de con quién está jugando. Pero lo que me irrita no es él, no. Lo que realmente me carcome es la duda. Esa pequeña maldit4 semilla que Maddison plantó cuando me mintió… y que ahora no deja de germinar.
Dijo que no era mío, pero lo sentí esa última noche… su cuerpo, su mirada. No había nadie más. Y si lo hay… si realmente lo hay… entonces me arranco el maldit0 corazón por haber creído que alguna vez me quiso.
Mi teléfono vibra. Lo tomo, molesto, sin mirar el número.
—¿Qué? —escupo con impaciencia.
—¿Derek Kingsley? —Es la voz de una mujer, una muy nerviosa.
—Depende, ¿quién pregunta?
—Soy Claire, la mejor amiga de