CAPÍTULO 109: EL ECO DEL MIEDO
Derek
Las líneas de la carretera parecen interminables, como si el camino se burlara de mí, estirándose más con cada kilómetro que dejo atrás. El volante tiembla bajo mis manos, no sé si por la velocidad o por la furia contenida que llevo desde que leí el mensaje de Jonathan. Maddison se fue sola. Con todo lo que está pasando, con las amenazas, con lo que sabemos, decidió irse sola a buscar a nuestro hijo.
¿En qué demonios estaba pensando?
Las preguntas me taladran el pecho, pero debajo de la ira hay algo mucho más punzante: el miedo. Ese miedo que no me deja respirar bien desde que la conocí. El miedo a perderla.
Conduzco durante horas sin detenerme, sin pensar demasiado, porque si lo hago, voy a perder la cabeza. Me repito que puede ser un error, una trampa, una coincidencia, pero en el fondo lo sé. Maddison está en peligro y si algo le pasa, si alguien se atrevió a tocarla, no habrá rincón en el mundo donde puedan esconderse de mí.
Llego al pequeño pu