—¿Quieres que te coja de la mano? —preguntó Bastian, ayudando a Carmen a salir del coche.
Carmen podía sentir la inquietud de Verella. Miró a Verella, que fruncía el ceño y cruzaba los brazos sobre el pecho.
—No, señor Mendoza, puedo caminar sola...
Molesta por la escena que tenía delante, que Verella consideraba exagerada y repugnante, caminó rápidamente hacia el vestíbulo del hospital sin prestar atención a Bastian y Carmen.
—¡Verella, espéranos! —gritó Bastian y corrió tras su esposa.
Pero Verella no respondió y siguió alejándose de él.
«Buenas tardes, señora. ¿En qué puedo ayudarla?».
«¡Quiero ver a la doctora Bárbara!», le dijo Verella a la recepcionista médica.
«Lo siento, la doctora Bárbara ya no trabaja en nuestro hospital. Ha suspendido temporalmente su licencia para ejercer. Pero tenemos otro ginecólogo disponible y le aseguramos que es un médico bien formado que le proporcionará el mejor ser