Berlín, Alemania
Emilia
Lo veo delante de mí con esa expresión tan salvaje e indómita que me provoca mariposas en el vientre. Sabía que vendría por mí, lástima que lo haya arruinado al no ser honesta con él. Cualquier oportunidad que pudimos tener quedó se ha acabado, porque cuando él sepa la verdad, no querrá saber nada de mí.
Viktor levanta el arma en dirección a mi padre y no me queda de otra que gritar:
—¡No lo hagas!
Mi voz sale más fuerte de lo que esperaba, más desesperada, más rota.
Viktor no me mira. No parpadea, no respira, no tiembla. Su mano se mantiene firme en el arma, su dedo peligrosamente cerca del gatillo, y sé que está a un segundo de jalarlo. Sé que lo hará. Sé que Reinhard Schäfer está a un suspiro de la muerte, y aunque una parte de mí debería sentir alivio, lo único que siento es miedo.
No por mi padre. Por Viktor.
—¡No es su culpa, es mía! —digo con rapidez, temiendo que cada segundo sea el último.
Reinhard suelta un resoplido divertido, como si toda esta sit