Berlín, Alemania
Emilia
El corazón me late con tanta fuerza que lo siento en las costillas. Como si tuviera vida propia, un tambor desesperado que anticipa lo que estoy a punto de hacer.
Es sábado. La noche nos cubre con su manto sucio y húmedo mientras el auto avanza por las calles desiertas de Berlín. Me miro una última vez en el espejo retrovisor. Casi no me reconozco. Peluca negra, lentes con cristales opacos, maquillaje que disimula mis rasgos más distintivos. Visto como una de ellas… una de esas mujeres atrapadas en las redes de mi padre, las que usaba y descartaba como si fueran carne sin alma.
Ajusto el cuello de la blusa y suspiro. Esta vez no seré la presa. Esta vez, soy el cazador.
—¿Estás lista? —la voz grave de Viktor suena por el auricular oculto en mi oído derecho.
—Lista —respondo con voz firme.
El vehículo se detiene frente a una fachada anodina, un edificio gris sin señalización, sin ventanas a la vista. Nadie imaginaría que dentro se esconde un club clandestino dond