Mundo ficciónIniciar sesiónHéctor y André llegaron rápidamente hasta el chiquero. Héctor, sin perder tiempo, se quitó el abrigo y envolvió a Mariel con cuidado. Luego la alzó en sus brazos.
— André, está helada — dijo con urgencia, y sin esperar respuesta, corrió hacia el castillo.
El ama de llaves trató de interponerse — ¡Mi Lord! La reina ordenó que esa chica no debía entrar... —
Pero André ya había perdido la paciencia — Si algo malo le ocurre a ella, tu cabeza rodará por la plaza — rugió con una furia aterradora.
— P-pero mi señor... —
— Te juro que si la tocas otra vez, te arrastraré yo mismo hasta las mazmorras y te arrancaré esa cara horrible para no volver a verte nunca más — gruñó André. Pocas veces alguien había visto al príncipe perder el control. Era conocido por su dulzura y temple, pero en ese instante, inspiraba auténtico terror.
André siguió a toda prisa a Héctor. Cuando entró en la habitación, lo encontró colocando cuidadosamente a Mariel en la cama.
— ¿Cómo está? — preguntó, ansioso.
— Muy fría, espero que su temperatura suba poco a poco — respondió Héctor, preocupado.
— Quédate con ella. Voy a enviar a uno de los peones para que te ayude en lo que necesites, pero no te separes de su lado. En este momento, solo confío en ti para cuidarla —
— Claro. ¿Qué harás tú? — Héctor notó la rabia contenida en el rostro de su amigo.
— Voy a hablar con mi madre. Necesito entender qué está pasando por su cabeza. Ella no es así —
— Ten cuidado, André. No empeores las cosas —
André llegó a los aposentos reales. La reina Elora ya conversaba con el rey Alfonce sobre lo sucedido.
— No sé de dónde trajo esa chica, pero no me agrada — decía ella, visiblemente molesta.
El rey Alfonce, sereno como siempre, intentaba calmarla — Tranquila. Deja que André te explique quién es —
Justo entonces, André entró en la habitación — Madre, ¿por qué pediste que sacaran a...? — estuvo a punto de revelar la identidad de Mariel, pero se contuvo
— Esa muchacha no debe estar en este palacio, André. ¿Por qué insistes en mantenerla aquí? —
— Es muy especial para mí, eso es todo lo que puedo decirte por ahora. Solo te pido que la trates con respeto —
— ¿Estás enamorado de esa mujer? — preguntó la reina, horrorizada.
— ¿Qué? No. No es eso. Solo es alguien importante... Muy importante —
— No me importa. No me gusta y no permitiré que se quede —
Sabía que cambiar la opinión de su madre sería casi imposible. A regañadientes, André aceptó que Mariel no podía vivir allí… al menos no por ahora.
Regresó con Héctor y Mariel, y le pidió algo difícil — Llévala a tu casa. Enséñale lo que pueda necesitar para vivir una vida libre. Ayúdala a desaprender todo ese entrenamiento cruel que ha recibido. Solo entonces podré presentarla otra vez a mi madre —
Esa noche, ambos se quedaron en la habitación, cuidando de Mariel.
A mitad de la noche, Héctor, que estaba sentado junto a la cama tomándole la mano, notó que ella temblaba más de lo normal. Al tocar su frente, su rostro cambió — André, despierta. Debemos ir por el médico —
— ¿Qué sucede? — preguntó André, adormilado.
— Está ardiendo. Tiene fiebre alta — respondió Héctor retirando las mantas y buscando agua fría
— Enviaré a alguien por Arturo ahora mismo. Quédate con ella —
André salió corriendo en busca de alguien a quien enviar por el médico. Encontró rápidamente a uno de los guardias y le dijo con urgencia que trajera al doctor de inmediato. Minutos después, el médico llegó.
— Arturo, me alegra que llegaras. Ven, te llevaré con ella — dijo André, guiándolo apresuradamente por el castillo.
— No sabía que ya habían regresado de tu misión — comentó Arturo, siguiéndolo — ¿Quién está enfermo? Te ves muy nervioso —
Al entrar a la habitación, Arturo se detuvo al ver a la joven en la cama. Su parecido con la princesa Miel era impactante — ¿Es Miel? ¿Qué le ocurrió? — preguntó confundido, al ver el estado en que se encontraba.
— No. Ven, revísala. Tiene fiebre alta — le indicó Héctor con preocupación.
André se aseguró de que no hubiera nadie fuera, cerró la puerta con firmeza y bajó la voz — Ella no es Miel —
Arturo lo miró sorprendido mientras comenzaba a revisarla — ¿Entonces es...? ¿La encontraste? —
Con la ayuda de Héctor, la incorporó ligeramente para auscultar sus pulmones. La gravedad de su estado era evidente.
— Sí. Es Mariel. Pero nadie más lo sabe todavía. Te pido que no digas nada a nadie —
— Entiendo… pero tus padres deberían saberlo — Arturo sacó algunos frascos de su maleta.
— No. Aún no. No en este estado —
— Parece que no es grave, pero tiene fiebre y necesita medicamentos. Le aplicaré algunos ahora, y con compresas frías estará mejor por la mañana — Dijo mientras preparaba los remedios — Me sorprende que no se lo hayas dicho a tus padres… ¿Ocurre algo? —
Arturo había notado ya las cicatrices en el cuerpo de Mariel. Como médico, reconocía el origen de muchas de esas marcas: grilletes, golpes, latigazos.
— No quiero que la vean así. Su vida no fue buena… está marcada por todo lo que sufrió. Me alegra que vinieras tú. Necesitamos que nos ayudes en su recuperación. No sé en qué estado de salud se encuentra del todo —
— Ya lo vi… muchas de sus heridas tienen años. Será un proceso largo, pero haré lo que esté en mis manos para ayudar —
— Gracias, Arturo — André suspiró con alivio. Él, Héctor y Arturo habían sido amigos desde la infancia, y ahora más que nunca necesitaban esa confianza.
La identidad de Mariel debía permanecer en secreto. No solo sus padres no estaban listos para saberlo, sino que probablemente la organización que la había secuestrado aún la estaba buscando. Para protegerla, decidieron recurrir a Matías, un poderoso mago y aliado de confianza de André.
A la mañana siguiente, se dirigieron a su casa. Mariel llevaba puesta una capa larga con capucha que ocultaba su rostro. Aún no tenía ropa adecuada, y esa era la única prenda que podían usar para cubrirla.
Al llegar, Matías los recibió y André le explicó la situación. El mago quedó impactado por el parecido entre Mariel y Miel, pero más aún por sus diferencias.
— ¿Puedes hacer algo para ocultar su identidad? — preguntó André.
— Hay una forma, pero necesitaré tiempo para preparar el hechizo —
— ¿Cuánto tiempo? — preguntó Héctor, impaciente.
— Espero que solo unas horas. Les avisaré en cuanto esté listo —
Héctor llevó a Mariel a su casa, donde fue recibido por su madre y su hermana. Ambas estaban felices de verlo regresar sano y salvo, ya que él y André habían pasado muchos meses fuera en busca de Mariel.
— Bienvenido, cariño. Me alegra tanto que estés de vuelta. Ven, te prepararé algo para comer — dijo su madre con ternura.
— Gracias, madre. Antes llevaré a mi amiga a que se instale en una de las habitaciones —
— ¿Quién es ella? — preguntó Clara, su hermana menor, siempre curiosa.
— Solo una amiga — respondió rápidamente, intentando evitar cualquier sospecha. Nadie debía ver a Mariel hasta que Matías completara el hechizo de ocultamiento.
Héctor guió a Mariel hasta una pequeña habitación, alejada de la casa principal — Aquí estarás bien mientras Matías termina el hechizo. En cuanto estemos seguros de que nadie te reconocerá, te llevaré a la casa principal —







