Salí a la puerta de mi cabaña, el aire de la mañana era fresco, pero se sentía bien con mi cara. Me había despertado bastante pronto y me había dado tiempo a preparar comida. Hoy Dante y yo íbamos a ver a Los Sabios y no sabía cuánto tiempo estaríamos fuera, asique prefería ir preparada. Estaba nerviosa con esta salida, no sabía muy bien quienes eran, pero según decían todos eran los únicos que podían ayudarme a conocerme más y podían aclararnos muchas cosas. El día anterior también había sido largo, pero había servido para conseguir respuestas a muchas de mis preguntas, pude averiguar de dónde profecía, quien era mi familia o el porqué de la magia que llevaba dentro. Y esperaba que el día de hoy fuera igual.
- Todavía no entiendo porque Dante te ha dado esta cabaña a ti. -Era Lucil.
Estaba ahí delante mía, tan guapa y espectacular como siempre, mirándome con ese aire de superioridad, como si yo fuera tan poca cosa, como si no pudiera compararme con ella.
- ¿Perdón?
- Si, lo que has o