No podía creerlo, pero antes de que Kael pudiera siquiera completar su sonrisa de triunfo, ya estaba sobre él.
Mis garras no buscaban herirlo, buscaban despedazarlo. Se lo debía a mis guerreros caídos.
—¡Eres un imbécil! —gruñí, esquivando una estocada baja de su espada— ¡Al romper la alianza nos has convertido a todos en carne fresca para los mutados!
Él se rió mientras bloqueaba mi siguiente ataque, nuestros lobos empezaron una cruel batalla.
—No será así, Chiara —replicó, empujándome con fuerza, haciéndome retroceder— te venceré, y tus Hijos del Bosque estarán bajo mi mando. Ya no habrá alianza, porque seremos una sola tribu. Cuando mueras, tomaré a tu gente y tu territorio. Es lo que me pertenece por ser tu esposo.
El sonido de la batalla nos rodeaba, a mi izquierda, Marco luchaba contra tres lobos del Norte. Su hacha giraba cortando carne y rompiendo huesos. La sangre le salpicaba la cara, pero sus ojos no mostraban nada más que determinación y furia.
A mi derecha, Daren, uno de