El consejo de ancianos estaba reunido en la gran tienda del alfa anfitrión, Marco y yo permanecíamos en silencio, habíamos sido llamados para observar la decisión que se tomarían, las antorchas iluminaban sus rostros mientras discutían el destino de Livia, lo que había hecho, merecía un castigo firme.
—Lo que hizo Livia es inaceptable —dijo uno de ellos, mientras golpeaba la mesa con el puño— intentar envenenar a un beta de una manada aliada es inaceptable, una traición de esa magnitud pudo haber desatado una guerra entre nuestras manadas.
Otro anciano alzó la mano para hablar.
—Matarla no es la solución, solo nos traería problemas peores —dijo el anciano—. Es la luna del alfa de los Lobos de la Tormenta. Stefano no es un hombre que tolere una acción así, si la ejecutamos, él no lo perdonará, y necesitamos su manada para enfrentar al Alfa Oscuro.
El alfa anfitrión frunció el ceño, y apretó la mandíbula, el brillo en sus ojos delataba que estaba furioso por la acción de Livia, sabía