—Diego Estación.
Carmen exhaló con resignación del otro lado de la línea.
—Isabella, Diego es un heredero que nació en cuna de oro. Nuestra compañía se mata como loca trabajando para preparar la salida a la bolsa, y al final, todo depende de lo que él decida. ¿Alguna vez has oído hablar de Capital Sabio Alcanzar? Eso es apenas un pasatiempo que su familia le regaló para entretenerse.
Diego, presidente de Capital Sabio Alcanzar, era el sucesor del conglomerado financiero familiar más enigmático del planeta.
Los Estación manejaban las principales venas de inversión de Norte y Sudamérica, con fortunas distribuidas en armamento, petróleo y farmacéuticas. Diego creció en la élite, pero mantenía un perfil bastante bajo y reservado, jamás buscaba la atención mediática.
Me acomodé cerca de la ventana, contemplando el paisaje urbano nocturno, reflexionando sobre ese nombre, Diego, que me resultaba conocido.
—A propósito, ¿ya fijaste cuándo será tu matrimonio? Las invitaciones tienen que ser impresas, no se te ocurra mandar esas digitales para salir del apuro.
Sonreí con sutileza. —Ya está todo programado para la semana entrante. Tranquila, tendrás tu invitación física.
Tras terminar la llamada, intenté contactar a Marco. Sin muchas expectativas, para mi asombro, por fin respondió.
—¿Por qué me llamas con tanta urgencia? ¿Qué ocurre?
—Solo quería saber algo, has estado faltado al trabajo estos días... ¿qué te tiene tan ocupado?
Su voz tenía un dejo de burla. —¿Acaso no sabes qué me tiene ocupado?
—Si lo supiera, no necesitaría preguntarte.
—¿Entonces por qué enviaste a esos tipos a vandalizar la entrada de la casa de Sofía? Quedó aterrorizada, desde niña ha sido una chica muy sensible, ¡¿acaso, tienes idea de que ahora no puede ni probar bocado?! —Me recriminó furioso.
Cerré con tristeza los ojos, luchando contra el dolor abdominal. —¿Ella te dijo que fui yo? ¿Y tú le creíste sin más?
—Ella jamás mentiría.
“Ella jamás mentiría”, mientras que yo me había convertido en la villana de su historia romántica.
Su voz sonaba agotada. —¿Puedes dejar el drama? Cúbreme estos días en la oficina mientras tanto. Está muy vulnerable emocionalmente, no puedo dejarla sola.
Alcé con altivez la mano y tomé un trago de agua templada. —Tengo el estómago delicado, no puedo presentarme.
Guardó silencio por unos instantes, como controlando su enojo. —Llevas años con esa gastritis, ¿no puedes resistir un poco? Si no estuviera tan desesperado, ¿crees que te lo pediría?
No le contesté.
Me respondió con frialdad: —Está bien, me las ingeniaré como pueda.
—Aguarda. —Lo interrumpí—. ¿Vas a venir esta noche?
Se detuvo en seco por unos segundos, su voz era despiadada. —Isabella, ¿tienes que armar escenas justo cuando Sofía más me necesita?
Esa estocada fue directa al corazón, ¿qué más podía esperar? Sin embargo... todavía guardaba en mi corazón una pequeña esperanza.
—Pero hoy cumples años, también se cumplen seis años desde que empezamos.
Presioné mi abdomen. —Prometiste que celebraríamos juntos cada aniversario.
Se mantuvo callado unos minutos. Al final cedió. —Yo... casi se me olvida. Discúlpame, Isabella. Iré para allá, te llevaré esos deliciosos postres de la pastelería que tanto te gustan.
Estaba por responder cuando súbitamente se oyó un chillido femenino al fondo.
Era Sofía.
Se alarmó, ni siquiera cortó la comunicación. —No te asustes, tranquila aquí estoy, mi amor, no me moveré de tu lado.
Colgué.
Las agujas del reloj daban vueltas incesantes.
A las tres de la madrugada, mi celular de pronto vibró con un texto.
"Isabella, Sofía aún sigue con las pesadillas. No te angusties, sin falta estaré de vuelta antes del alba, aguárdame".
Observé ese mensaje como si fuera una esquela fúnebre, con el alma destrozada.
Me incorporé un poco, arrojé su torta de cumpleaños y toda la cena preparada directo al contenedor de basura.
Por último, abrí ese mensaje para contestarle.
"Marco, esto se acabó".
Después deslicé mi dedo, lo bloqueé definitivamente y borré su contacto.
Tomé la maleta que había preparado desde hacía mucho tiempo, apagué todas las luces y me marché para siempre.
El alba se aproximaba.
Marco, esta ocasión no voy a esperarte. Dijiste que soy maliciosa, que hago escenitas, pero lo más tóxico en este mundo son las promesas rotas.
Esta vez, llevándome mi ser, mis memorias, todo mi auténtico amor que no vale nada, desaparezco por completo de tu maravilloso universo.